lunes, 28 de enero de 2013

HABLANDO DE TALENTO

Leyendo a Marina, “en una sociedad del conocimiento, cuya economía estará basada cada vez más en la ciencia y en la tecnología, la principal riqueza de las naciones ya no es el territorio, ni la población, ni las materias primas ni el capital: es el talento”, por lo que “el objetivo de las políticas educativas y empresariales del Estado y de la sociedad civil debe ser, en primer lugar, generar talento y, en segundo lugar, gestionar bien el talento”.
Para este filósofo, el talento es la “inteligencia triunfante, la succesful intelligence de los autores americanos, es decir, la que es capaz de elegir metas valiosas, aprovechar los conocimientos adecuados, movilizar las emociones creadoras, aplicar la energía, el valor y la tenacidad suficientes”.

De todos los ingredientes necesarios para reconocer el talento, destaco el valor de la oportunidad. El talento conjuga una serie de variables, dentro de las cuales es fundamental y definitoria el contexto en el que emana o sucede. De poco sirve que nos sintamos o creamos talentosos, que dentro de nosotros se den todas las condiciones necesarias para lo extraordinario si no vemos la oportunidad, evaluamos nuestro entorno, manejamos nuestras emociones y focalizamos toda nuestra energía en nuestro objetivo. El talento es el que se ejecuta.
Cuando tenía trece años, una tarde de septiembre en mi cuarto preferí ver gimnasia deportiva femenina. Eran las olimpiadas de Seoul, y mientras mis hermanos, animados por mi padre veían una serie histórica de la era romana llamada Anno Domini en el salón, yo me vinculé emocionalmente al equipo rumano de gimnasia deportiva femenina: Daniela Silivas, Gabriela Potorac, Celestina Popa, Aurelia Dobre, Eugenia Golea... Era la final por equipos y las capacidades que demostraban me embobaron de la manera en que a esa edad nos impactan y endiosamos a actores o actrices, cantantes o iconos sociales.
 Unos días después, esta vez temprano en la mañana grabé la final individual, esperando que mi favorita, Daniela Silivas, se alzara con la medalla de oro. La tensión emocional que experimenté deseando su victoria, no la he vuelto a sentir por ningún otro deportista en esta ni en otra disciplina. Conservo aún la cinta de VHS y mi cerebro aun puede repetir las frases que las comentaristas acompañaban con las series de acrobacias que realizaron en la ronda de suelo y donde Silivas obtuvo un mítico y en mi memoria inolvidable diez avalado por el criterio de las seis jueces. https://www.youtube.com/watch?v=J2oktf55Lxs

Elena Chouchounova, pudo en la última ronda de ejercicios, actuar conociendo el resultado global de su rival directa, Daniela Silivas, ejecutando un salto de diez, única puntuación que le permitía arrebatar el oro que ya colgaba del cuello de Daniela, al menos en las cabezas de quienes estábamos viendo la competición.
Cada vez que leo, escucho o aprendo sobre Talento, y busco en mi memoria ejemplos que cumplan con su definición, el más grande ejemplo que he vivido, al igual que para otras personas de décadas anteriores pudo haber sido ver al hombre pisar la luna, es ver la inspiradora mirada de Elena focalizando todo su ser en su objetivo.