domingo, 18 de noviembre de 2012

My head inside a goldfish bowl

Máquinas embutidoras, procesos de secado y salado, logística, congeladores, matarifes y operarios de despiece fundamentalmente. En el invierno de 2009 me expuse a entrevistas individualizadas con estos perfiles profesionales, interesándome por conocer los procedimientos, las actitudes, las capacidades de todos ellos. Era el proyecto Activa Jaén,  un proceso de outplacement que incluía procesos de orientación laboral para los 120 últimos trabajadores de la mayor fábrica de industria cárnica de nuestra provincia. Terminó siendo del grupo Primayor, pero en su tiempos memorables fueron trabajadores de uno de los mayores grupos a nivel estatal en industria cárnica, llegando a tener en plantilla a más de 1.000 personas.  Para acudir a mi trabajo, una nave industrial dentro del polígono Los Olivares de Jaén, me desplazaba todas las mañanas en autobús. Mi jornada laboral comenzaba a las 8, y desde la parada más cercana hasta la nave del centro de formación, había un trayecto que realizaba a diario, en soledad por calles solitarias,  sin que la luz del día aún hubiera despuntado. Casualmente, el centro de formación compartía calle con un matadero de corderos; casualmente desde mi parada hasta el centro de formación el matadero estaba dentro de mi itinerario. Los neones alumbraban al final del patio una jaula enorme que los contenía, despiertos… esa imagen de mí caminando de noche a diario sola delante de ellos parecía irreal…y era dolorosa. Entrevistas a carniceros y esa visión desarrolló en mí una culpabilidad hacia el consumo de carne que nunca antes había experimentado. En mayo terminaron mis encuentros  con el sacrificio de animales para consumir su carne y no recuerdo cuando,  pero he vuelto a comer carne sin remordimientos y disfrutándola.
En 2010 me incorporé a FADAIS y en este caso me exponía a conocer vidas, fascinantes vidas, dolorosas, atrevidas, irracionales, hermosas vidas de gente cualquiera en las que la menor dificultad a la que se estaban enfrentando era el no tener trabajo. Empatizar en aquel piso en el que trabajaba sola ante ellas, suponía un coste emocional considerable, llegaba a casa noqueada por las historias de vida, entristecida y sintiéndome culpable por mi suerte. Unos meses después me sentía mucho más fuerte, a pesar de mi edema óseo; entendía mi papel temporal y para su ámbito socio- educativo – laboral sobre el que yo tenía control y responsabilidad en sus vidas, por lo que el dilema moral disminuyó, pero mis ganas de tener un papel activo que aminorara su determinación no biológica pero si social que los avoca a la exclusión aumentó. Llegué a solicitar que mi familia fuéramos familia acogedora. Mis hijas tenían 2 y 4 años en aquel momento y pensé que si podía salvar “un cordero”, una persona de 3 años que creciera con nosotros…podría vivir en paz conmigo. A las pocas semanas de dejar de exponerme a ellas noté como si hubiera sacado la cabeza de la pecera y pudiera volver a pensar con relatividad.  Salvando las distancias………me pasó lo mismo que con mi dilema ante la carne.
No soy mejor ni peor persona por haber sufrido o haber dejado de sufrir tan vivamente las desgracias ajenas, no va por ahí mi discurso. Mi discurso va de que para que algo te duela o te importe de verdad no basta con que te informes o te digan que eso sucede, y más en esta sociedad con sobredosis de información. La cabeza tiene que estar dentro de la pecera. Nuestras vidas no tocan al barco de las personas que deciden, manejan y regulan nuestras conductas, por lo que con dificultad van a sufrir por nosotros mientras no se asomen a nuestra pecera…

Mágicamente buscando una imagen de la ilustradora Kelly Vivancos que tan bien ilustra mis emociones, he encontrado ésta...lamento no saber quien es su autor o autora....